Lo mejor de una película como Yo soy Simón, que trata sobre la adolescencia -o post adolescencia-, el deseo y la necesidad de mostrar lo que uno es, consiste en que la homosexualidad no es "el tema" de la película sino un resorte dramático para desarrollar una reflexión sobre el amor. Y que "amor" debe ser tomado en un sentido amplio, más allá de la pareja. Aquí la amistad es una forma de amor, el deseo, otra, y así, lo que hace de la película, hecha en parte para "despertar conciencias" (el peor "deber" de un arte) sea una obra de ficción perfecta de la que cualquier espectador puede entrar o salir. Hay mucha simpatía y felicidad en esta película, tanto en la trama como en su realización, y eso se transmite al espectador.
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