El espectador tiene derecho de desconfiar: se trata (y nadie lo esconde) del mismo esquema de La gran estafa pero con mujeres. En lugar de George Clooney, Sandra Bullock (en la ficción, los personajes son hermanos); en lugar de Brad Pitt, Cate Blanchett y así. El costado interesante de esta película con elegante dirección de Gary Ross -un realizador que sabe crear personajes que parecen seres humanos, lo demostró en Seabiscuit y en la primera Los juegos del hambre- consiste en que mucho de lo que sucede, muchos de los trucos de estas ladronas de guante blanquísimo e inteligencia a flor de piel, surgen de explotar las desventajas que el sistema le impone a la condición femenina. En ese resquicio, tratado desde el humor ligero y aparentemente -solo aparentemente frívolo- es una película mucho más profunda de lo que quiere parecer. Antes que ingeniosa (como la original), inteligente.